De la molestia a la lesión

Siempre he predicado con la frase “si molesta sigue, pero si duele para”.

Todo empezó hace años cuando me propuse empezar a correr mas seguido y basándome en un plan de entrenamiento. Ya que hasta entonces solo salida cuando me acordaba. La semana que salía 2 veces por la que no salía.

Desde ese momento, mis molestias empezaron a surgir. No se porque, pero cuando no era la periostitis, era el tensor de la fascia lata, o cualquier otra cosa. Lo que me hizo perder el respeto a los avisos del cuerpo. Ya que se convirtió en lo normal.




El día que salía a correr sin molestias, para mí era una fiesta y para celebrarlo, me metía caña. Lo que me hacia volver a sufrir esas dichosas molestias al poco tiempo.



Bueno, así pasaron mis entrenamientos, entre idas y venidas de molestias varias.

De vez en cuando me apuntaba a carreras, que oscilaban entre los 6 km y los 21. Y los entrenamientos para ellas eran buenos, pero no muy exigentes.

Esta relación entre molestia, entrenamientos y carreras, se mantenía en perfecto equilibrio. Me molestaba lo suficiente como para no correr cómodamente, pero no tanto como para decir “no puedo”.

Hasta que un día me topé contra mi “asesino”, el maratón de Valencia 2011.

Tenía muchas ganas de correr mi primer maratón y después de 6 medias, me veía en condiciones tanto físicamente como mentalmente, para superar el desafío.

Claro, todo eso desde el punto de vista, que correr con molestias era lo normal.

Así que empecé a entrenar 5 meses antes de la prueba. Los entrenamientos iniciales eran duros, pero no se distanciaban mucho de los que ya había hecho anteriormente. Tiradas de 16 km y algunas series y rodajes varios.

El problema vino con los entrenamientos del mes de octubre, a un mes de la carrera. Esa etapa del entrenamiento es la más exigente. Las tiradas de 16, se convierten en 32 km y las series cada vez más largas y rápidas.

Esto hizo que el débil equilibrio entre “molestia y lesión” que había conseguido en mi historia como corredor popular se rompiera, después de una dura tirada de 30 km.

La periostitis fue la encargada de sobrepasar esa delgada línea. A partir de ese momento, ya no salía a correr con molestia. Lo hacia con dolor.

Aún así seguí entrenando, no al ritmo que debía, pero casi. Haciendo otras dos tiradas de 28 y 32 km y algunas series mas.

Sabia que si no paraba, no iba ni a poder correr la maratón. Así que una vez sobrepasados esos entrenamientos tan exigentes. Las cargas disminuían, por lo tanto salí como 2 o 3 veces las últimas 3 semanas antes de la carrera.

Los deberes ya estaban hechos y me sentía con suficiente fuerza como para terminarla y por debajo de las 4 horas. Que si bien no es un tiempazo, para ser la primera no está mal.

Eso es lo que hice, intentar sanar la periostitis lo mejor posible y cruzar los dedos, para que el día "X" no me impidiera correr.

El día de la carrera no tardé ni 100 metros en darme cuenta que no estaba todo lo bien que debiera. Pero evidentemente no podía parar. Eso no entraba en mis planes, solo pararía por lesión, y solo por una lesión que me impidiera correr.

Así que desconecté e intenté centrarme en la maratón, ritmo, avituallamientos, estrategia,… todo, menos en mi verdadero problema.

Los músculos se fueron calentando y claro, en caliente no se siente igual, así que seguí como si nada, tragando kilómetros y más kilómetros.

Hasta que pasado el ecuador de la prueba, el dolor hizo presencia, y esta vez no podía ignorarlo. Así que me propuse parar unos segundos en todas las ambulancias que había durante el recorrido, hasta la meta, para que me pusieran Reflex. Que si bien no me lo iba a curar, quizás si me aliviara algo el dolor. Si no recuerdo mal, fueron 3 las veces que paré.

De este modo fui acercándome cada vez mas a la meta, pasando el famoso muro y todas esas sensaciones típicas de un maratón. Pero con el aliciente del dolor de mi periostitis en la pierna derecha. Por suerte solo era esa, que si llegan a ser las dos, uff. No se que hubiera pasado.

Y si, crucé la meta con un tiempo de 3h53min. Y un cansancio digno de un maratoniano.

Lo malo vino después, al sentarme para estirar. Un dolor en las piernas como nunca antes había sentido, medio acalambradas. Pero la derecha era una pesadilla. A esa sensación se juntaba la que tenia por la periostitis. Similar a cuando te haces un esguince en el tobillo, pero algo más arriba.

De hecho no pude ni ir al coche que me llevaría a casa. Tubo que venir el coche a donde yo estaba. Era incapaz de andar.




Estuve como semana y media cojeando, y mucho. Y otra mas hasta que pude andar sin cojear.

Hoy 6 de enero, ya hace mes y medio que hice el maratón y aún no he salido a correr. Este martes 10, lo voy a intentar. Pero si soy sincero, no las tengo todas conmigo. Aún noto algo de molestias si salto a la pata coja con la derecha.

Lo que ahora se, es que correr o entrenar fuerte con una molestia se convierte en lesión. Y si aún así, se sigue, esta lesión te apartará de los entrenamientos mucho tiempo.

Espero que en mi caso solo sea mes y medio. Pero seguro que a muchos le habrá apartado meses y meses.

Ahora os pregunto: ¿Habéis sufrido alguna lesión por no hacer caso a las molestias?, ¿Cual? y ¿Cuánto tiempo os apartó de los entrenamientos?