Esta historia comienza este domingo 21/08/11. Cuando mi hermano me propone hacer una ruta en bicicleta por el río Turia. Bueno, no exactamente por el río, por un camino que lo sigue en paralelo, desde el parque de cabecera (Valencia), hasta Ribarroja. No se si sigue mas, pero hasta ahí seguro, o eso me comentó.

Yo accedo a su propuesta, con la condición que el corra la siguiente carrera de Ruralcaja (circuito CRM), la XXXV Volta a Peu als barris de Sant Marcel•lí i Sant Isidre. El accede, cosa que me sorprendió un poco, pues hace años que no corre. Ya veremos como se le da.

La hora de quedada era a las 8:30 am. Y ahí estaba yo, como un reloj. El me hace esperar un poco. Pero pronto nos enfundamos los cascos y guantes. Mientras me comenta la ruta a seguir. Decide ir a ver una presa que hay cerca de donde salimos, pues me comenta que es digna de ver.

Me subo a la bicicleta y el primer pensamiento que me viene a la cabeza es ¿me acordaré de ir en bici? Ya que hace años que no monto en bicicleta. Desde que vendí mi vieja mountain bike por 30 euros. No me había subido a ninguna. Pero después de unas cuantas pedaleadas, se van las preocupaciones. No hay peligro, sigo siendo un as al manillar, jeje.


Salimos de la urbanización de la Canyada y que gusto, todo bajada. No hay muchos coches, eso se agradece. Y como flechas vamos bajando las calles, hasta llegar a un camino de tierra, que seguimos un kilómetro y medio mas. Hasta la famosa presa. Paramos unos minutos para contemplar el paisaje, la verdad es que para estar tan cerca de Valencia, es otro mundo.




Ha valido la pena la parada, pues hemos aprovechado para hacer unas fotos y hacer un intercambio de sensaciones hasta el momento. Mi hermano se queja algo del trasero, pues el día anterior hizo 50 km y aún no está del todo acostumbrado al sillín. Pero el que tiene un verdadero problema soy yo. El mío ya empieza a echar chispas y no llevamos ni 6 km. Ya veremos como acaba esto.


Montamos de nuevo y mientras pedaleamos, disfrutamos del camino. Hablamos de vez en cuando y nos vamos cruzando con otros ciclistas que han salido como nosotros a estirar un poco las piernas. Algunos saludan y otros no. Eso es común al running.

El camino me esta encantando, cruzamos algunos puentes de madera, algo estrechos e inclinados. Pero con cuidado y eligiendo bien las marchas se atraviesan sin problema.

Km 13 o el de la mala suerte. A estas alturas del camino, tengo básicamente 2 problemas que me incomodan mucho. Uno es el sillín, mis posaderas suplican piedad a tal castigo. Y el otro el sudor, entre el casco y mis gafas, no tengo espacio para secarme la frente. Así que es una verdadera cascada de sal y agua, que me ciega por momentos los ojos. Intento capear como puedo ambos problemas.

Que pasada de ruta, cada vez me está gustando más. El río Turia lo tenemos como compañero inseparable todo el camino. Lleva bastante agua y hasta se pueden ver algunos patos nadando entre los cañares de las orillas.

Y Sin mucho esfuerzo, pues el camino de ida era prácticamente todo de bajada. Llegamos al parque de Cabecera después de 18,5 km. Ahí paramos 10’ para comentar la jugada, mientras reponemos fuerzas. Mi hermano saca unas barritas energéticas y yo un par de botellitas con gel de glucosa casero hecho por mi. Comemos y bebemos, mientras nos hacemos más fotos y algún vídeo. Hay que inmortalizar el momento.

Una vez recuperada la energía, nos disponemos a comenzar la segunda etapa de la ruta. La temida vuelta o retorno. O al menos así lo sentían mis nalgas. Tomo la determinación de intentar ir el máximo tiempo posible de pie en la bici. Así aliviare algo la zona.

Se nota que la cosa es mas dura, no en exceso, pero si una ligera pendiente que parece nunca acabar. Eso me hace aún sudar más y junto a que ya eran cerca de las 10:30 am y el sol empezaba a calentar más en serio. El sudor entraba a mis ojos a cubos. Tanto que llegué a verme en verdaderos apuros. Haciendo una parada de emergencia. La cual aproveche para quitarme el casco muy a mi pesar. Pues creo que es muy importante el llevarlo. Pero la situación era ya insostenible para mí.

Gracias a los cambios realizados, tanto el de ir mas veces de pie y la retirada del casco. Fue entonces, cuando empecé a disfrutar verdaderamente del camino. Las vistas seguían siendo preciosas, y ahora ya se podían hacer kilómetros sin tanto sufrimiento.

Los repechos, en algunas zonas no eran duros, si no durísimos. Haciéndome poner el plato mediano y el piñón más grande. Y aún así, costarme subir. Que flojo estoy para esto de la bici ¿verdad?

Kilómetro tras kilómetro, fuimos acercándonos otra vez a la Cañada. Donde acordamos, antes de volver al punto de inicio. Pasarnos por el horno pastelería Pepe. Que según mi hermano y doy fe de ello, hacen la mejor bollería y tartas de la zona. Compramos un par de botes de Aquarius y unas ensaimadas de chocolate que mas tarde nos comeríamos.

El último tramo era de verdadera subida, tal era su inclinación, que del esfuerzo y que el manillar de la bici no debía estar muy apretado, se volteó en un frenazo. Agachándose a tope y haciéndome frenar aún más del susto. No salí disparado por encima de la bici de milagro. Que susto pasé.




Y sin mucho más que hacer, llegamos a la puerta del chalet. Donde nuestra ruta en bici por el río Turia llega a su fin. Dejando detrás de nosotros unos buenos 31790 metros, en 1h59’05’’. Con la mejor compañía que se puede tener, la de un hermano.

Y para celebrar nuestra pequeña odisea, nada mejor que un almuerzo de ensaimadas del Pepet y un relajante baño en la piscina, con concurso de bombas incluido xD
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